PRIMER ENCUENTRO
PERON-COSSIO. En
la década del 50, durante un congreso medico realizado en Buenos Aires, fueron
presentados el presidente Juan Domingo Perón y el cardiólogo Pedro Cossio. Se
hicieron buenos amigos. Cossio no era peronista y Perón lo sabía. Muchos años después,
al volver Perón a la Argentina, Cossio se convirtió en uno de sus médicos de
cabecera.
En
los primeros días de 1974, el cardiólogo Pedro Cossio recibió un llamado telefónico
en su consultorio de la calle Las Heras. Un periodista de GENTE quiera
entrevistarlo. Cossio no se sorprendió. “Acepto –dijo-, siempre y cuando no
toquemos para nada el tema de la salud de Perón. Soy su médico y por muchas
razones que Ud., entenderá no puedo
hablar de ese tema”. Por supuesto, no se equivocaba. Perón había sufrido ya un
colapso del que fue sacado a lo largo de una dramática noche –no había médico
de guardia en Gaspar Campos y fue necesario acudir a un dentista que vivía en
la misma cuadra-, y por lo tanto la entrevista pretendía aclarar las cosas. A
pesar de todo el periodista acepto las reglas del juego. La nota hablaría de
Pedro Cossio, el médico de Perón, pero eludiría el tema Perón.
El médico y el periodista estuvieron juntos todo un día Desbordaron los límites del reportaje. Cambiaron anécdotas y recuerdos. Intimaron. La noche siguiente volvieron a reunirse para que el fotógrafo pudiera hacer unas tomas de Cossio junto a su familia. Más tarde, entre café y café, el periodista le pidió un información “off the record” acerca de la salud de Perón. Cossio no se negó. No era peronista, lo que le permitía independencia de juicio, sentía afecto personal por Perón, y además estaba muy preocupado. A más de dos años de la charla, que obviamente no fue grabada, es difícil reconstruir las palabras exactas. Sin embargo el periodista recuerda lo más importante, lo medular.
Cossio
en su consultorio, el día que hablo “off the record” sobre el plazo de vida de Perón.
Cossio
confeso apenado que hacía ya mucho tiempo que visitaba a Perón como amigo y no
como médico. En los últimos años, Perón había sufrido algunas crisis cardiacas
y necesitaba llevar una vida tranquila. Activa, pero sin sobresaltos. La vida
que llevaba en Madrid, por ejemplo. Al producirse su retorno a la Argentina,
Cossio le advirtió que era muy peligroso para su salud asistir a ciertos actos públicos
donde la presión de la multitud, los bombos, los clamores, lo excitaban y lo obligaban
a gritar y a convulsionarse. Esas emociones, según Cossio, podían ser fatales
para un corazón como el de Perón.
El
medico recordó también que Perón era un enfermo obediente. “Pero la culpa no es
de él –dijo amargado-, sino del grupo que lo rodea. Yo les he advertido acerca
del peligro que significan los discursos, los bombos, toda esa avalancha emocional
pero no me hacen caso. A veces él no tiene ganas de asistir a determinados
actos, pero lo convencen, lo obligan. No hace mucho lo llevaron a visitar un
portaaviones de la Armada. Para recorrerlo tuvo que bajar y subir varias veces
y muchos metros por las escaleras de hierro. Ese esfuerzo pudo matarlo…”. Conto
también que con frecuencia Perón soportaba planteos “estúpidos” que le hacían mucho
mal. Por ejemplo, si hablaba 45 minutos con un grupo de empresarios y 30 con
dirigentes de la CGT, no faltaba el grupo partidario que se molestaba por esa
diferencia de un cuarto de hora. Por otra parte, siempre a juzgar por el
testimonio de Cossio, era común que lo despertaran en mitad de la noche para
que resolviera algún problema o tomara alguna decisión importante. “Es tremendo
–dijo-. Lo hacen subir y bajar de un helicóptero. Lo llevan a alta mar y lo
someten durante mas de dos horas a un viento de casi cien kilómetros. No pasa
un día sin que le programen algo. Se está matando…”.
EL PACIENTE. Perón en Paraguay. Un grave riesgo
para su salud.
Termino
la charla y Cossio volvió a insistir en un punto: si las cosa seguían así, no podía
responsabilizarse por la vida de Perón. El periodista, ya en la calle, le
pregunto cuanto tiempo de vida le quedaba a Perón. Cossio pensativo dijo: “Si
hace una vida tranquila, cinco o seis años, tal vez. Es difícil predecirlo .
Pero si sigue haciendo la vida que ha llevado hasta hoy, Perón se muere en seis
meses…”. El 21 de mayo, Perón viajo al Paraguay. Allá, bajo una lluvia
torrencial que lo empapo (se pudo ver claramente por Tv), pronuncio un largo
discurso y estuvo casi tres horas sometido al rigor del tiempo. Y el 1º de
Julio, después de cuatro días de agonía, murió. Murió exactamente seis meses después
de la charla entre Pedro Cossio y el periodista. El plazo que el medico anuncio
esa noche de enero se había cumplido.
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