Detrás de ese rostro, se revelan los pensamientos mas oscuros de una mujer consumida por su ambición desmedida, y el precio que el poder le hizo pagar, fue quedarse con dinero pero en soledad...
La
señora ya sabe que sus días en el poder están contados y que irremediablemente,
tendrá que dar paso a su sucesor, que ocupara el próximo 10 de diciembre, el
sillón de Rivadavia. Pero inconscientemente se resiste a tal sacrificio, pues
luego de doce años de gobierno Kirchnerista (ella ocupando ocho años la más
alta magistratura), se convenció de que todo el país le pertenece, como aquel monarca
soberano que se cree dueño de su reino y de la vida de sus súbditos. La
diferencia entre esta manera de dominar un país y el ejercicio de una Monarquía
absoluta, es prácticamente ínfima, y está casi a un paso de convertirse en
realidad, en tanto y en cuanto permitamos que este autoritarismo institucional,
siga avanzando como la gangrena. Ella quiere dar el golpe de gracia, la
estocada final. “Si no lo tengo, lo destruyo”, pero absolutamente nadie más que
ella puede disponer a diestra y siniestra de qué manera terminar este periodo
final de su gobierno, causando todo el daño posible antes de abandonar la
Rosada.